Tyson Fury, Deontay Wilder y el camino apenas creíble que nos trajo hasta aquí

 Los dos luchadores de peso pesado se reencuentran este sábado para finalmente decidir una rivalidad que lleva mucho tiempo en gestación.

Bienvenido de nuevo a Las Vegas para el campeonato de boxeo de peso pesado un sábado por la noche justo al lado de la franja. Ha sido una espera larga.

Tyson Fury abandonó esta codiciosa ciudad en febrero de 2020 cuando le dolieron los puños, después de detenerse, dejar caer y romper a Deontay Wilder en siete rondas. Fury se fue como campeón del CMB a un futuro glorioso planeado de anticipación y peleas; no ha peleado desde entonces, víctima de las restricciones de Covid y del virus mismo.

Wilder también ha estado inactivo desde su pelea, atrapado en un bucle permanente de absoluta locura desde esa noche. Wilder ha culpado a las estrellas, la luna, una herradura, los poderes Jedi, una batería y la letra de un clásico de Patsy Cline por su aniquilación en el ring de MGM. Lamentablemente, ninguna de esas excusas es invención mía. Ha despedido a su entrenador principal y ni una sola vez se miró al espejo y se culpó a sí mismo por su primera derrota. Y, lo que es más alarmante, no ha elogiado ni una sola vez a Fury.

Se suponía que debían haber luchado en julio pasado y luego este julio; Ambas peleas colapsaron y eso es realmente lo mejor que se puede decir sobre las demoras, reclamos, razones y verdades engañosas que se tragan peleas canceladas y pospuestas. Se han ido, al igual que la pelea con Anthony Joshua , y así, en una ciudad que se reinventa cada dos años, tal vez sea el momento de seguir adelante: Fury contra Wilder III es una pelea excepcional, una pelea con tramas y profundidad y historias severas que se han disfrazado con algunas declaraciones mal habladas.

Primero, permítanme pintar el contorno del conflicto, su tercera pelea. En el verano de 2018, cuando Fury estaba gordo y acababa de volver al boxeo, una pelea entre Wilder y Joshua colapsó. Se hizo un trato y se desempolvó en solo unos días para que Fury pelee contra Wilder en Los Ángeles en diciembre de 2018.

Fury no estaba listo, pero se arriesgó y se ganó los elogios del oficio. Lennox Lewis y Mike Tyson compararon a Fury con los luchadores de antaño: hombres valientes dispuestos a intervenir en poco tiempo. Mientras tanto, Wilder había hecho siete defensas de su título del CMB y noqueó a cada uno de los hombres. En la primera pelea, que fue excelente, Fury fue brillante y sobrevivió a una caída repugnante en el duodécimo y último asalto, que ha sido visto un trillón de veces. De alguna manera superó el conteo, desafió toda lógica del boxeo y se elevó a sus 6 pies 9 pulgadas de gloria en la lucha. Nadie podía creerlo, Wilder estaba destrozado. Fury lo apodó la resurrección y ciertamente fue extraordinario.

La pelea se anotó un empate controvertido. Se separaron y se juntaron para la revancha en febrero pasado; fue impactante, Fury fue brutal y Wilder fue enviado a la lona dos veces antes del paro por piedad. Fury cambió cada parte de su estilo de boxeo para lograr la victoria y también cambió su entrenamiento y su equipo de esquina. Contrató a dos hombres, Andy Lee y Sugar Hill Steward, ambos veteranos del gimnasio Kronk en Detroit, y prometieron hacerlo agresivo. Lo hicieron, él estaba y Wilder estaba realmente atónito. Gordon Ramsay, el chef, y John Fury, el padre del luchador, predijeron la pelea a la perfección, pero estaban solos. Wilder y su equipo no tenían idea de cómo lidiar con Fury avanzando, disparando y soltando los puños. Fue una revelación y, mirando desde el delantal del ring esa noche, fue bastante aterrador. La furia realmente dañó a Wilder.

Eso, como dicen, fue entonces.

Wilder invocó su derecho a una tercera pelea, se hizo y luego Covid cerró el juego de boxeo. En Las Vegas, las luces se apagaron y las puertas del casino se cerraron con cerrojo.

Wilder ha estado en un estado constante desde la pérdida. Su nuevo entrenador, Malik Scott, quien fue parte del equipo el año pasado, tiene al peleador luciendo más inteligente, más móvil y con pensamiento. Obviamente, es fácil verse bien golpeando pads en un ring o haciendo shadow box en las olas.

Fury estaba listo para una pelea en diciembre pasado que desapareció y estuvo entrando y saliendo de Las Vegas mucho a principios de este año. No ha sido ideal y luego, hace seis semanas, tuvo una emergencia familiar cuando su hija recién nacida fue trasladada de urgencia al hospital Alder Hey y colocada en la unidad de cuidados intensivos. Ahora está en casa, sana y creciendo. Fue un momento sombrío y Fury estaba al lado de la cama para la vigilia. Su padre se fue a Liverpool, corrió con él, lo consoló. Fury nació prematuro y le dijeron a John que existía la posibilidad de que su hijo muriera. “Seguí diciéndole, lo he visto todo antes contigo, le dije, ten fe, no te rindas”, dijo John.

La estadía en el hospital retrasó la llegada de Fury a Las Vegas; Wilder siguió golpeando a los hombres contratados, las almohadillas de Malik o los demonios en su cabeza. Se reunirán esta semana, se acabó la conversación, comenzará el cebo y será encantador, no se equivoquen.

La ciudad necesita esta pelea y las trilogías entre buenos pesos pesados ​​son algo raro y maravilloso. Se habla aquí, en los pequeños bolsillos de gente del boxeo que todavía se reúnen en los casinos para charlar, sobre la demora, sobre la condición física de Fury, sobre el estado mental de Wilder y una charla igualmente audaz de que Fury simplemente lo atravesará nuevamente.

Es Las Vegas, una ciudad de probabilidades, angustia, alegría y riquezas y el único lugar en la tierra para esta pelea. La pareja se conocerá y abusará del otro varias veces esta semana en eventos programados. Puede ser un indicador y puede ser divertido. Los corredores de apuestas están dando vueltas, la acción es real y la primera campana pondrá fin a los días más oscuros de Covid en esta extensa ciudad desértica. El sábado no puede llegar lo suficientemente pronto.